Érase una vez un millonario excéntrico de los coches, que guardaba en su «modesto» garaje vehículos de la talla del Ferrari Enzo o el Ferrari F40. Además de estas dos maravillas, tenía también un hijo de unos 18 años de edad, al que le deja conducirlos para deleite suyo y de sus amigos.
Hasta aquí todo normal, pues es una suerte que si el padre del joven cuenta con unos Ferrari se los deje a su hijo, igual que cualquier otro padre dejaría su humilde coche, sea cual fuera, a su querido hijo.
Lo realmente llamativo es dejarle hacer esto en los jardines de su mansión donde, inevitablemente por la falta de adherencia y lo resbaladizo del césped, los driftings son más sencillos que conducir recto con el vehículo y acelerar. Como muestra de la «hazaña», no exenta de riesgo, lo grabaron todo en vídeo. Los Ferrari, por descontado, suenan maravillosamente y están cuidados en extremo.
Comentarios